martes, 9 de noviembre de 2010

¡Atrapados Pero Devueltos a la Vida!


Por David S. Ocasio
Salmos 130:1 (Dios Habla Hoy)- “Desde el fondo del abismo clamo a ti, Señor…”
Salmos 61:2 (Dios Habla Hoy)- “Desde el último rincón de la tierra clamo a ti, pues mi corazón desfallece. Ponme a salvo sobre una alta roca…”
En agosto del 2010, un suceso en América Latina, captó el sentimiento y atención mundial. La noticia circuló el globo. Se cree, según las estadísticas, que más gente que nunca en la historia observó el desarrollo de este drama a través de medios televisivos y vía satélite (¡más de 1,200 millones de personas! ¡Esos son más que en la memorable ocasión de la llegada del hombre a la luna!)
Unos 33 mineros de Chile, fueron atrapados en una mina apartada que medía aproximadamente 700 metros de profundidad. ¡En comparación, sería el doble de la altura del edificio Empire State, en Nueva York!
Solo podemos imaginarnos como se sintieron los mineros durante las primeras 2 semanas en las cuales todavía no se había descubierto que estaban vivos. Aunque eran experimentados mineros, que no sufrían de claustrofobia por la naturaleza de su trabajo, sin embargo, el solo hecho de pensar que estaban atrapados, en la oscuridad, sin mucha comida o agua, con poco oxigeno y etc. tuvo que ser aterrador y desesperante para ellos. ¡Era como estar sepultados vivos esperando el momento de la muerte!
En muchas ocasiones, así se siente el ser humano cuando distintos sucesos amargos llegan a nuestras vidas. Esas circunstancias inesperadas nos sacuden y tratan de robar nuestro aliento y esperanza. Cosas como por ejemplo, un accidente automovilístico donde mueren seres queridos, una enfermedad que nos causa el desahucio de los médicos, un despido de empleo y grave escases económica, hospitalizaciones sin fin, un desengaño amoroso, un hijo(a) que cae en la trampa de las drogas, una infidelidad conyugal, un divorcio, la muerte de un recién nacido, una violación, etc. Sentimos que la tierra “nos traga” y atemorizados creemos que no veremos la luz al final del túnel. Algunos se abandonan al fatalismo pensando que el suicidio es la única alternativa de salida.
Pero… ¡que bueno y misericordioso es Dios! ¡Él es Dios de toda salida! El salmista en los versos de introducción, decía que su corazón desmayaba. Como que se le entrecortaba el aire para respirar. Pero en su calamidad hizo lo único que podía hacer… ¡Clamó a Dios! En ese clamor o invocación reconoció que Dios era para él como una roca firme y segura que estaba a un nivel más alto. En esencia, Dios era su “ancla” en medio de las aguas embravecidas que trae la vida. ¡Solo Dios podría sacarlo de las “arenas movedizas” de su camino.
Luego de dos semanas, los mineros fueron contactados por una sonda de los trabajadores que taladraban la rocosa tierra. ¡El mundo entero festejó y gritó de alegría junto al bello pueblo de Chile! ¡Al fin había esperanza! Hubo lágrimas, llantos y gritos de agradecimientos. Aunque sería difícil el rescate y posiblemente duraría meses, ya los pensamientos de esperanza y renovación de fuerza, estaban tomando dominio en las mentes de todos.
Por una sonda le bajaron alimentos, medicinas, oxígeno y si… ¡Biblias!; ¡La poderosa Palabra de Dios, fuente de esperanza real y eterna! Los mineros establecieron su propio altar de clamor a Dios y lectura de Su Palabra, en medio de su calamidad. Mantuvieron su unidad de equipo durante la crisis.
En la Biblia, el personaje del profeta Jonás también vivió una situación semejante. Estuvo 3 días y 3 noches en el vientre de “un gran pez”, en total oscuridad y sin comunicación externa. Me imagino que luchó por no ahogarse. Miremos como él describe su experiencia.
Jonás 2:1-10 (Dios Habla Hoy)
La oración de Jonás
“Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde dentro del pez, diciendo:
En mi angustia clamé a ti, Señor,
y tú me respondiste.
Desde las profundidades de la muerte
clamé a ti, y tú me oíste.
Me arrojaste a lo más hondo del mar,
y las corrientes me envolvieron.
Las grandes olas que tú mandas
pasaban sobre mí.
Llegué a sentirme echado de tu presencia;
pensé que no volvería a ver tu santo templo.
Las aguas me rodeaban por completo;
me cubría el mar profundo;
las algas se enredaban en mi cabeza.
Me hundí hasta el fondo de la tierra;
¡ya me sentía su eterno prisionero!
Pero tú, Señor, mi Dios,
me salvaste de la muerte.
Al sentir que la vida se me iba,
me acordé de ti, Señor;
mi oración llegó a ti en tu santo templo.
Los que siguen a los ídolos
dejan de serte leales;
pero yo, con voz de gratitud,
te ofreceré sacrificios;
cumpliré las promesas que te hice.
¡Solo tú, Señor, puedes salvar!
Entonces el Señor dispuso que el pez vomitara a Jonás en tierra firme”.

Los sicólogos dicen que estas experiencias extremas y épicas siempre producen cambios internos en aquellos que las viven. La persona sale “refinado como el oro” y sus perspectivas de la vida cambian drásticamente. Uno de los mineros de Chile, al ser entrevistado dijo: “Estuve con Dios y con el Diablo, pero Dios ganó”. Precisamente, hubo una lucha y presión brutal en las mentes de los mineros; lo cual también se convirtió en una lucha espiritual: Desesperanza contra esperanza, la luz contra tinieblas, el temor contra la confianza, el odio contra el amor, lo positivo contra lo negativo, lo auténtico contra lo ilusorio, el creer contra la incredulidad, el espíritu de vida contra el espíritu de la muerte, etc.
Pero… ¡que bueno y misericordioso es Dios que siempre envía su “capsula de rescate” en medio de las profundidades de nuestros problemas! ¡El mundo entero siguió los sucesos al ver como “uno a uno” los rescatistas enviaban a los 33 mineros de vuelta a la vida. Me recuerda también que cuando el profeta Jeremías aun estaba preso en una cárcel, Dios le habló y le dijo:
Jeremías 33:3 (Dios Habla Hoy)- “Llámame y te responderé, y te anunciaré cosas grandes y misteriosas que tú ignoras”. Distinguido (a) hermano(a) y amigo(a) lector, ¿Cuál es tu situación en este momento? ¿Te sientes también atrapado(a)? ¿Sumergido(a)?, ¿Casi sin aire?, ¿Con pánico? ¿Desesperado(a)? ¿Atemorizado(a)? No importa en qué dilema y profundidad anímica te encuentres… ¡Tu esperanza está solo en Dios! ¡No te quites ni te rindas! ¡Agárrate de El! ¡Él es tu Padre amoroso quien te volverá a la vida!
Juan 6:37 (Dios Habla Hoy)- Todos los que el Padre me da, vienen a mí; y a los que vienen a mí, no los echaré fuera.